“Crecer como escritor de graffiti cuando lo hice, significó crecer en un momento especial. Un tiempo de inocencia del graffiti y fase de resolución de problemas. Una época en la que toda una generación exploró el desarrollo de subculturas innovadoras. Los años 90. Una época en la que los grafiteros eran limitados y valientes. Muchos se convirtieron en artistas visuales de una forma u otra. Pioneros en la idea de convertir un uso del tiempo que antes estaba mal visto en una forma de ganarse la vida a través de principios creativos.
Para mí, ser diseñador gráfico significa que estás lidiando con un problema visual y creando la solución visual. Aunque no directamente relacionado; cada solución visual para mí en mi práctica profesional fue iniciada por los estilos manuales y los fundamentos que aprendí pintando graffiti”

En este artículo, exploraré cómo el graffiti y el diseño gráfico se han entrelazado. Discutiré cómo el graffiti, en el nuevo siglo, es el segundo camino creativo para muchos escritores de graffiti actuales y anteriores.

¿Qué es el graffiti, qué es el diseño gráfico y cómo se relacionan estas dos cosas?

El grafiti, con lo que me refiero al grafiti –real–, a diferencia del arte callejero o de las vías legales, por naturaleza es un comportamiento un tanto antisocial. El escritor o artista toma la iniciativa de priorizar su trabajo (graffiti) frente a las normas sociales (el contrato social). Esto es la antítesis del papel de un diseñador, que usa su oficio para crear garantías para un cliente, garantías que serán utilizadas por la comunidad a través del capitalismo.
El acto de diseñar tiene a partes iguales empatía y comercio a la cabeza. Mientras que la mayoría de los grafitis son dañinos para el capitalismo en su conjunto e ignoran a la comunidad fuera de su nicho particular.
Esto es evidente en la prevalencia de graffiti en áreas desatendidas por el comercio y el gobierno. Por ejemplo, en Los Ángeles, el grafiti prospera en áreas como Boyle Heights y en partes aún no aburguesadas del centro de Los Ángeles. Estas áreas desatendidas se convierten en semilleros para la producción creativa y el trabajo inspirado en la tipografía fuera de las limitaciones de la academia o las bellas artes. Estas vías de expresión eventualmente pueden conducir a carreras y vidas dedicadas a la comunicación visual.

Las formas de letras son formas de letras, y la autoría es sagrada.

La tipografía y la artesanía son las similitudes más obvias entre el graffiti y el diseño gráfico, sin embargo, las similitudes entre los dos se unen aún más cuando se toma en consideración la autoría. Un escritor de graffiti exitoso es aquel que puede permanecer en el anonimato.
El escritor de graffiti debe producir un trabajo sin ser identificado por quienes están fuera de la cultura del graffiti, y aun así, solo a través de un alias. Cuanto más trabajo produce, más prolífico, más «exitoso» es el escritor. En Los Ángeles esto se amplifica aún más por la comunidad diversa que vive aquí.
La diversidad de Los Ángeles es clave para el desarrollo de su clase creativa. Históricamente, el graffiti en Los Ángeles es anterior al «graffiti» moderno por décadas. La escritura chola existía dentro de la parte más vulnerable de nuestra ciudad desde al menos los disturbios de Zoot Suit de la década de 1940, tres décadas antes de que la ciudad de Nueva York y Filadelfia tuvieran graffiti en el metro inspirado en el hip hop. La autoría de la subclase es evidente en la producción y ubicación del trabajo. En Los Ángeles, esto se ve favorecido por nuestra población diversa, tanto étnica como socioeconómicamente.
Fuera de la idea del diseñador como autor, una filosofía que Michael Rock hizo famosa, la mayoría de los esfuerzos de los diseñadores son invisibles para quienes están fuera de la comunidad creativa. Los consumidores aprecian un buen diseño, pero desconocen al creador de lo efímero fuera del nombre de una marca, o tal vez del nombre de un estudio. Por ejemplo, el consumidor promedio puede apreciar los servicios y el estilo del logotipo de UPS, pero por lo general desconocerá a Paul Rand y su papel en el desarrollo de esa marca y el proceso detrás de ella.

Dado que el objetivo del graffiti es producir tanto como sea posible, un proceso similar puede volverse fundamental para el resultado del trabajo. Esto no es diferente al proceso creativo de los diseñadores. Los creadores aprenden a través de la educación formal; un camino típico para diseñadores gráficos, o una forma suelta de mentoría callejera; típico en la trayectoria del grafitero. Ambos creadores perfeccionan su proceso individual a través de años de práctica para maximizar la calidad y la naturaleza prolífica de su trabajo.
Como diseñador gráfico con sede en Long Beach y escritor de graffiti desde hace mucho tiempo, Andy Yasgar escribe: